El dióxido de azufre en los gases residuales, que se produce en las plantas metalúrgicas o en las centrales térmicas que funcionan con combustibles fósiles o en otros procesos,  no sólo es la principal causa de la contaminación atmosférica, sino que al mismo tiempo es una valiosa materia prima para la producción de ácido sulfúrico, uno de los productos químicos básicos más importantes a nivel mundial.

Industrialmente, la conversión de dióxido de azufre en ácido sulfúrico se realiza mayoritariamente por el proceso de contacto, que requiere una concentración de SO₂ de ≥ 4% en volumen para su óptimo funcionamiento. En ocasiones, sin embargo, la concentración de dióxido de azufre en los gases residuales es inferior al 1 vol.%, por lo que la producción de ácido sulfúrico por proceso de contacto queda descartada o no es económicamente viable.

Además, debido a unos valores límite más estrictos, cada vez es más necesaria una etapa final de depuración de gases para reducir las emisiones residuales de SO₂, por ejemplo, para poder operar una planta de ácido sulfúrico.